Patriotismo Global o…. Patriotism for Humanity (Richard Falk)

 

 

 

ENGLISH: We believe that the global society is the only option for Humanity. Twelve years ago, when we founded this club for the study of globalization and the role of Spain in it, we did not think that just a few years later, the world would have become a less cooperative world of blocs, rivalries and great competition. This is not good news for peace, cooperation or human coexistence on the planet. In this time, interesting voices have been raised, such as that of Pope Francis, betting on a new way of being in Creation («Laudato Si»), or for example, we find authoritative voices such as that of Professor Richard Falk. Read this article, because it is a common sense Road Map for a Globalization on a human scale. 

ESPAÑOL: Desde esta tertulia pensamos que la sociedad global es la única opción para la Humanidad. Hace 12 años, cuando fundamos este club para el estudio de la globalización y el papel de España en ella, no pensábamos que apenas unos años más tarde, el mundo se habría convertido en un mundo menos cooperativo, de bloques, de rivalidades y gran competencia. No es una buena noticia para la paz y ni para la cooperación ni la convivencia del ser humano en el planeta. En este tiempo, se han ido alzando voces interesantes, como la del papa Francisco, apostando por una nueva nueva forma de estar en la Creación («Laudato Si»), o por ejemplo, encontramos voces autorizadas como la del profesor Richard Falk. Lean este artículo, porque es una Hoja de Ruta de sentido común para una Globalización de  escala humana.

 

https://globalgovernanceforum.org/patriotism-for-humanity/

¿Hacia una nueva hegemonía comercial china en Asia?: RCEP.

Nuestro Adelantado de la tertulia de amigos del país Sociedad Global, Alberto Lebrón, nos remite desde el Imperio del Centro un artículo que analiza la iniciativa Regional Comprehensive Economic Partnership, o RCEP, es el tratado de libre comercio más amplio del mundo. Abarca un 50% de la población global. Y suma, entre todos sus miembros, un tercio de todo el comercio internacional. Las negociaciones sobre este acuerdo, iniciadas hace ocho años, han finalizado con éxito en noviembre. China, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Cambodia, Laos, Malasia, Birmania, Singapur, Tailandia, Vietnam, Filipinas e Indonesia han sido los quince países firmantes. India ha decidido retirarse en el último momento pese a ser uno de sus impulsores en 2012.

 

El RCEP es la respuesta china a las políticas del ex-presidente estadounidense, Barack Obama, hacia Asia. La doctrina norteamericana de “Pivot to Asia”, desarrollada en 2009, no solo buscaba aislar comercialmente a China con iniciativas unilaterales como el Trans-Pacific Partnership (TPP). También contemplaba un despliegue militar masivo de los EE.UU. en Asia (según la Administración Obama, los efectivos del ejército enviados a esta zona del mundo debían ser el 60%). El presidente saliente, Donald Trump, abandonó esta estrategia tras ganar las elecciones de EE.UU. en 2016. Pero Joe Biden, vicepresidente de EE.UU. con Obama, sí tiene previsto retomar dicha política de contención contra China. “China ha rescatado el RCEP ante la expectativa de más proteccionismo comercial desde EE.UU.”, señala Dong Zhaohua, del Instituto de Política Económica de la Universidad de Pekín, a DIRIGENTES. Tras el impulso del TPP, donde no estaba incluida China, Pekín ha lanzado iniciativas comerciales de alcance notable como Belt and Road (BRI) o este RCEP. Su motivación principal, según Dong, ha sido “no verse aislada en Asia por EE.UU.”.

UNA INICIATIVA DEL BLOQUE ASEAN…

 Pese a ser considerada una iniciativa comercial china, RCEP es un plan lanzado desde las diez naciones del Sudeste Asiático, o ASEAN. Incluso, en algunos círculos mediáticos, este acuerdo ha sido tachado como un hito del expansionismo chino a escala regional. “Pero es un error verlo de esta manera”, confirman otros expertos consultados por DIRIGENTES, “se trata de facilitar los intercambios comerciales es un continente asiático cada vez más interconectado”. Unas cadenas asiáticas de valor donde, según Mie Oba (Universidad de Tokio), “todo está tan enrevesado como un bol de tallarines”. Eliminar casi todos los aranceles, además de liberalizar una buena parte del sector servicios, facilitará enormemente el comercio de bienes intermedios en Asia. El intercambio de bienes intermedios, conviene recordarlo, suma dos tercios del comercio internacional. “Taiwan, Japón o Corea del Sur, tras la firma del RCEP, van a reforzar notablemente sus lazos comerciales con las naciones ASEAN”, comenta Alicia García-Herrero, del Banco Natixis, en una nota enviada a DIRIGENTES. Vietnam o Filipinas, por ejemplo, importan nueve de cada diez bienes intermedios, utilizados en sus exportaciones, desde los países recientemente adheridos al RCEP.

…DONDE SALE GANANDO CHINA

 Del análisis de DIRIGENTES sobre las tablas EORA-UNCTAD, en lo relativo al comercio de bienes intermedios, se deduce el enorme interés chino en firmar este RCEP. Entre los años 2005-18, la exportación china de bienes intermedios hacia las naciones RCEP aumentó un 273%, liderando el crecimiento en este sector. Además, en términos absolutos, China ha adelantado a Japón como locomotora comercial del área RCEP. Uno de cada tres bienes intermedios exportados dentro de la región es chino. Y, sobre la importación de bienes intermedios incorporados a sus exportaciones, China también se mantiene como referente destacado en las cadenas globales de valor dentro del área RCEP.

GRÁFICO UNO (CON TABLA POR SI QUISIERAN REDISEÑARLO)

TÍTULO: Exportaciones de bienes intermedios a otros países de la región durante 2019 (% RCEP)

 

AUSTRALIA 7%
CHINA 31%
HONG KONG 3%
INDONESIA 9%
JAPÓN 18%
MALASIA 8%
FILIPINAS 3%
COREA DEL SUR 9%
SINGAPUR 4%
TAIWAN 3%
TAILANDIA 4%

Fuente: REVISTA DIRIGENTES / EORA – UNCTAD

TABLA UNO

TÍTULO: Crecimiento de las exportaciones de bienes intermedios a otros países del área RCEP entre los años 2005-2019.

 

AUSTRALIA 154%
BRUNEI 146%
CAMBOYA 136%
CHINA 273%
HONG KONG 139%
INDONESIA 213%
JAPÓN 37%
LAOS 228%
MALASIA 159%
BIRMANIA 251%
NUEVA ZELANDA 166%
FILIPINAS 246%
COREA DEL SUR 123%
SINGAPUR 178%
TAIWAN 25%
TAILANDIA 131%
VIETNAM 59%

Fuente: REVISTA DIRIGENTES / EORA – UNCTAD

 

China, naturalmente, ha mostrado el máximo interés en liberalizar su comercio intrarregional de bienes, al existir un enorme potencial de crecimiento. China, entre los años 2005-2019, ha incrementado su peso en las cadenas globales de valor de absolutamente todas las naciones del RCEP. En Vietnam, Tailandia o Corea del Sur, los intercambios de bienes intermedios con China superan el 10% de sus exportaciones totales a nivel mundial. Mientras, Japón solamente ha reforzado su influencia sobre las cadenas globales de valor de tres naciones del RCEP (Brunei, Vietnam e Indonesia). En el resto, incluida China, su peso ha disminuido desde 2005. El RCEP va a eliminar los aranceles de casi todos los bienes. La apertura del sector servicios alcanzará el 60%. Y las exportaciones de bienes intermedios entre los países del área RCEP están incrementándose a un ritmo mucho más rápido en comparación con su comercio total mundial (+136%). China, consideradas todas estas circunstancias, será una de las naciones más beneficiadas del nuevo acuerdo comercial. Pero también se van a beneficiar los países del bloque ASEAN, en forma de más inversión manufacturera desde Taiwán o Japón, al haber visto reducida su presencia en las cadenas chinas de valor. Japón ha reducido su comercio de bienes intermedios con China (del 5.8% al 4% de sus exportaciones totales). Pero los chinos sí han incrementado sus ventas de bienes intermedios a Japón desde 2005 (del 6% al 8.1%). Esto, de alguna manera, revela más competencia china en los eslabones de bienes intermedios con alto valor añadido. Y, estrechamente relacionado con lo anterior, también revela salarios chinos más elevados como consecuencia directa de esta especialización. Por último, el nuevo tratado de libre comercio también traerá más beneficios en términos de empleo, desarrollo industrial e inversiones dentro de las naciones del sudeste asiático firmantes del RCEP.

DESPIECE

BIDEN FRENTE A LAS NUEVAS ALIANZAS COMERCIALES EN ASIA

La reciente victoria del candidato demócrata en las elecciones de EE.UU., Joe Biden, ha sido bienvenida en China. Pekín desea poner fin a la guerra comercial iniciada con Trump. De momento, los aranceles sobre la mitad de las exportaciones chinas a EE.UU. están en el 25%. Pero el déficit comercial estadounidense con China superó los 300 mil millones de dólares en 2019. Y Biden no parece demasiado proclive a tolerar este desequilibrio comercial. China tiene una capacidad manufacturera equivalente a la suma de Japón más EE.UU.. Es, en estos momentos, el primer tenedor de deuda americana. Tiene una moneda, el Renminbi, artificialmente devaluada. Y ha adelantado a EE.UU., en 2014, como la primera economía del mundo (medido en PIBPPA). Biden, vicepresidente durante el segundo mandato de Barack Obama (2012-2016), practicó una política de aislamiento comercial sobre China. El Tratado Comercial Transpacífico, o TPP, pretendía endurecer los estándares comerciales frente a otras naciones excluidas de dicho acuerdo como China. Y el TTIP buscaba frenar a China en su primer mercado de exportación: la UE. Esta estrategia, además, fue acompañada de la iniciativa “Pivot to Asia” (donde seis de cada diez efectivos del ejército estadounidense iban a ser desplegados alrededor de naciones fronterizas de China). Paradójicamente, tanto la estrategia “Pivot to Asia” como el TPP fueron abandonados por Trump, lo cual tampoco frenó las subsiguientes respuestas de expansión comercial china. Primero, mediante una iniciativa más informal (o no vinculante), conocida como “Belt and Road” (BRI). Y, ahora, con el primer tratado de libre comercio del mundo: RCEP. China ha incrementado sus importaciones desde EE.UU. un 33% en octubre de este año 2020. En septiembre, también, aumentaron un 25%. Esto podría servir para reducir los aranceles de la guerra comercial. Sin embargo, como se evidenció durante la Administración Obama, Biden reconoce a China como el principal rival estratégico de EE.UU. en este siglo XXI. Y, como sucediera con las iniciativas “Pivot to Asia” o el TPP, habrá nuevas medidas de contención hacia China. Por ejemplo, como han solicitado Japón e India, una de las decisiones más inmediatas será lanzar otra gran iniciativa comercial alternativa al RCEP.  

 

 

 

 

 

 Alberto J. Lebrón / Pekín (China) (Artículo originalmente publicado en la Revista Dirigentes (Diciembre de 2020)).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

España, Europa y la nueva sociedad global planetaria

Decir que España y la Unión Europea deben afrontar su pérdida de prestigio, poder e influencia internacional es abordar de manera nada sutil un problema de estado para una Europa sin estado y para una España con un estado cuestionado por sus propias regiones autónomas.

Basta con leer algunos de los diarios internacionales más prestigiosos para que la realidad se imponga a cualquier idea o sentimiento preconcebido que tengamos. En realidad, la pérdida de prestigio internacional no es una causa con vida propia, sino que es la consecuencia de una realidad anterior. No se trata de la debilidad geopolítica de que Europa apenas represente el 7% de la población mundial, cuando a principios del siglo XX éramos el 20%, o un PIB cada vez con menor peso mundial. La causa es muy distinta, y es común para España y la Unión Europea. Hemos perdido el afecto, el interés y la voluntad de sentirnos europeos y, en el caso de España, también españoles, como proyectos de vida en común de todos. También hemos perdido el impulso de proyectarnos al futuro, dados los niveles de natalidad menguante. El caso británico y su Brexit, la pésima gestión del conflicto con Rusia en Siria (y Ucrania y Georgia), la crisis griega o el drama de los refugiados mediterráneos, son botones de muestra de una Europa sin fuelle, compuesta por unas naciones que apenas pueden respirar en un mundo globalizado.

Estas ausencias nos llevan a preguntarnos sobre las razones de que no exista compromiso ciudadano para abordar la construcción nacional española y la construcción europea sobre las bases de la persona, y sí, en cambio, proyectos más limitados y localistas, basados en el enfrentamiento de clase (revolución, populismo) o nación (nacionalismo), donde la persona es un instrumento para un fin que se dice mayor, en vez del fin último del sistema como sucede en las grandes democracias del Occidente, las democracias de la vida cotidiana y de las cosas sencillas –hasta lo de Brexit, Reino Unido era una de ellas, pero se ha dejado vencer por el racismo, la xenofofia y su inveterado aislacionismo isleño–.

La ausencia de la necesidad de interdependencia o de la noción de que somos del todo dependientes por parte de la población europea en general, y española en particular, es una cuestión tal vez algo más fundamental que la primera ausencia referida –ausencia de proyecto de vida en común–, pues se adentra en la propia realidad constitutiva de la persona.

Europa y España, y el resto de las naciones europeas, son realidades milenarias que habitan dentro del corazón y la razón del hombre europeo en la categoría más amplia de Occidente. Éste viene a ser un pegamento intelectual donde tienen cabida palabras como libertad, derechos humanos, estado de derecho (rule of law), separación de poderes, pesos y contrapesos (check and balances) y, sobre todo, el individuo como motor de la sociedad. No es la sociedad ni el colectivo el motor de los deseos aspiracionales del individuo, sino que este debe sentirse libre y comprometido para perseguir sus propios ideales. El reto es, por tanto, conjurar los riesgos de toda manipulación partidista de los anhelos del hombre y de sus deseos de mejora y bienestar, puesto que, hoy por hoy, aparecen enfrentados al del resto de europeos y españoles. Se puede decir que el miedo impera en la relación con los otros.

En los últimos años, en tales realidades hemos abandonado a su suerte el sentimiento de pertenencia. La sensación de certeza sobre la comunidad a la que pertenecemos. En el caso español, hemos perdido con el modelo autonómico la interdependencia, que se sustenta en la solidaridad y la pertenencia. Hemos puesto el acento en las “autonomías”, y no en las “comunidades”. De igual modo, Europa, que es mucho más que la Unión Europea, y muy anterior, ha renunciado a la búsqueda del qué somos, y de nuestra pertenencia, en aras de la interdependencia, pero esta ha sido únicamente económica, siendo un primer paso que nuestros padres fundadores debieron dar como imperativo moral, pero que nosotros, sus “hijos fundadores”, no hemos sabido llevar más allá, hacia el encuentro con “el otro” europeo, en un nivel cultural.

En los momentos de crisis es donde se curten los hombres. Es en las circunstancias más comprometidas, precisamente, cuando los hombres afrontan las verdades y las preguntas que acompañan al hombre desde el momento en que nace hasta el lecho de muerte. Las razones para el compromiso, que son las mismas que las razones para vivir la realidad, se ven más nítidas y claras cuanto más oscuro y áspero sea el entorno. Si estamos solos, correremos el riesgo de perdernos. En la soledad surge en cambio con fuerza una necesidad que nos constituye desde nuestro ser más profundo: reconocemos que el antídoto es una compañía, concebida como una luz que nos acompaña en el caminar, basada necesariamente en la confianza, pues no estamos hechos ni hemos sido creados para estar solos.

La construcción de España y de Europa solo cabe abordarla nuevamente desde un humanismo que sea el de hombres y mujeres libres, amantes de su comunidad. Esto se llama humanismo. Cabe reconocer un origen humanista cristiano, vivido o sociológico, en el deseo de reconciliación y concordia tanto en el proyecto español como en el europeo, y tiene la característica de que no se impone, sino que se propone como modelo de vida y de convivencia, pues es todo menos ideología.

Si miramos a Robert Schuman, Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi y Jean Monnet, veremos hombres firmes con solo unas pocas convicciones, católicos casi todos practicantes, con una excepcional altura de miras, buscadores y vencedores de la paz, y sobre todo, creyentes. Gente, y en concreto políticos, que sabían que se necesitan razones y corazón en el proceso de construcción europeo. La posibilidad de la existencia de un orden superior es la posibilidad optimista de poder creer en el hombre, a pesar de la maldad a la que está llamado desde su lado más oscuro, acaso el más humano del corazón en contraposición a lo divino. Creer en el hombre europeo después de la contienda más espeluznante que los siglos de la humanidad hayan visto solo fue posible para ellos, sin duda, dada su condición de vivientes (así se llamaba en los primeros siglos a los cristianos), creyentes convencidos. Esa convicción les llevó a abrazar la realidad, y darse a ella, en la forma de compromiso social y político. A fin de cuentas, los católicos como ellos creen (creemos) en que el propio Dios se hizo hombre en nuestra propia historia, abrazando la dura realidad que nos toca vivir a todos. Sin duda, ellos sabían que actuaban libremente pues actuaban por amor, en la Verdad, dejándose tocar por esta, y porque debían actuar de esta forma siendo correspondientes con su propia humanidad.

Siguiendo al ex presidente de la república italiana, Giorgio Napolitano, en su intervención en el Meeting de Rimini del año 2011, se podría decir que

“en los padres fundadores se pudo observar cómo llevaron al compromiso político sus motivaciones espirituales, morales, sociales, su sentido del bien común, y su apego a los principios y valores de las instituciones democráticas. Su pasión, por tanto, por el hombre, en toda su dimensión”.

Lo mismo se puede aplicar a nuestra España querida, de la que somos meros usufructuarios. Lo mismo también a Europa, que está aún por construir.

Merkel y la Unión Europea, ¿nuestro «pato cojo»?

En EE.UU. cuando un presidente inicia su segundo mandato presidencial, se le llama pato cojo o rengo, o en inglés “a lame duck”. Es muy interesante esta figura en el mundo de la política, porque verdaderamente es cuando el líder puede ser más líder, o mejor dicho, más él.

Hace pocas semanas hemos sabido que la canciller alemana Angela Merkel ha renunciado en diciembre a liderar la CDU, y que tampoco repetirá en 2021 como candidata a canciller. Si llega a esa fecha y no hay adelanto electoral –el 52% de los alemanes piensa que habrá elecciones anticipadas–, llegará a estar como canciller el mismo tiempo que su padrino y predecesor, un europeo de pro, y amigo del socialdemócrata Felipe González, Helmut Khöl.

Por tanto, la mujer de hierro alemana lleva unos pocos días siendo libre, y tiene en sus manos modelar su legado. Puede apostar por apoyar a un declinante Macron en un impulso de la Unión Europea –en su vertiente fiscal, monetaria y presupuestaria–, o mirar hacia adentro, y consolidar la coalición con el SPD alemán (socialistas y socialdemócratas), lo cual es muy improbable, o simplemente apostar por que su legado sea el haber traído a Alemania un millón de inmigrantes y refugiados, lo cual parece imposible.

En estos momentos, es muy posible que Merkel sea la última de los líderes europeos que cree aún y bastante en el sistema de gobernanza mundial actual, basado en estados donde impera la ley, la democracia representativa y un sistema de instituciones internacionales y supranacionales que, a pesar de caracterizarse por una esquizofrénica competencia y cooperación, puede regular ciertas materias globales (por definición, el comercio, las finanzas, las catástrofes, el cambio climático, la paz).

La canciller alemana, Ángela Merkel.

En mi opinión, y puedo equivocarme, será fundamental para conocer el pensamiento y el legado de Merkel su discurso en la próxima cumbre internacional que tenemos más cercana, esto es, la primera edición del Foro de París sobre la Paz, que se celebrará en Francia este 11 de noviembre, en conmemoración del armisticio entre los Aliados y el Imperio alemán en la Primera Guerra Mundial (o civil europea). Además, como informa el, “el Partido Popular Europeo, en su congreso en Helsinki, debe elegir esta semana a su candidato a la presidencia de la Comisión Europea. El socialcristiano bávaro alemán Manfred Weber parte como favorito. Representa un giro a la derecha y la apertura a las derechas radicales que puede necesitar el Partido Popular Europeo tras las elecciones de mayo al Parlamento Europeo”.

Muy seguramente Merkel quiera ligar paz y globalización y su sistema de gobernanza, basado en pactos y acuerdos y en el derecho internacional, que creara como lo conocemos Groccio y nuestra Escuela de Salamanca. Avisará del riesgo del nacionalismo y de los extremismos, en definitiva, del riesgo de acabar con la actual Unión Europea. Asumirá que su estrella política ha fracasado en las encuestas y en los votos –varapalos recientes en las elecciones bávaras y en el estado de Hesse–, pero no moralmente, por defender un sistema de sociedad abierta frente a los que propugnan un sistema de sociedades cerradas (Putin, Trump, May, Le Pen, Orban, Erdogan, Salvini, Bolsonaro,…). Si pone el acento en todo esto, seguramente Angela Merkel pase a la historia europea como el primer padre fundador mujer de la Unión Europea, es decir, como la primera mujer estadista europea, como Khöl, Miterrand, De Gasperi, Schuman, Adenauer,

Pero cuando pienso en Angela Merkel no deja de aparecer en mi cabeza Sebastian Kurz, que echado ya en manos de la extrema derecha de su país, Austria, es posible que sea el que acabe por destruir la herencia democristiana y socialcristiana que aún queda en el Partido Popular Europeo. No en vano es el referente de la CSU bávara. Kurz, apoyado por el FPO –de pasado neonazi– ha desplazado a Austria hacia la órbita de los países de Visegrado (Polonia, Checa, Eslovaquia y Hungría), en los que diría existe una especie de atracción fatal por lo que Rusia representa, y cierto masoquismo histórico dicho sea de paso, y un fervor nacional-religioso en reacción a una Bruselas y un movimiento globalista que, no bastándole buscar la paz y la convivencia entre los estados, además impone como dogmas ideologías contrarias a la naturaleza humana.

Es difícil conjugar dónde quedarse. Merkel seguramente lo haya ponderado ya. Lo hizo ante Putin defendiendo el derecho de los LGTB de Georgia, si bien no dejó de darle la mano y sonreírle en un reciente encuentro bilateral, en el que por supuesto hablarían en ruso.

El reto de los políticos y otras élites europeas consiste en que van a tener que decantarse entre unos estados nacionales menos democráticos y participativos, por un lado, pero mejor preparados para competir en los mercados globales por su mayor agilidad en la adopción de decisiones estratégicas, por otro, o por el contrario, unos estados muy participativos, inevitablemente vulnerables a acciones exteriores-interiores-ciber, y menos ágiles en la toma de decisiones estratégicas. En paralelo, con la definición de la gobernanza de los asuntos globales y los mejores instrumentos para su gobierno.

Acertar con la elección, es decir, apostar por el mejor modelo que será el que genere menor conflictividad social y libertad, no es fácil. El gran adversario de Europa ha apostado fuerte por el primer modelo, y en estos momentos ya no espera que le ataquen detrás de la gran muralla, sino que se ha lanzado a la conquista comercial del mundo libre, en términos de la guerra fría. Un mundo que, por efecto de la digitalización, sin embargo, cada vez se puede decir que es menos libre (filósofo Byung-Chul Han) y que va presentando rasgos “moderno-autoritarios”, donde además proliferan ideologías globalistas, poco dadas a la transigencia y, de alguna manera, subversivas de lo que venía siendo la organización de la sociedad en los pueblos del oeste.

Veremos qué dice el 11 de noviembre Merkel. Veremos entonces si no es tan pato cojo como parece, o si lo es, y apela entonces a la libertad y a la paz como legados para una Europa que busca su lugar en el mundo entre los EE.UU, Rusia y China.